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Desde el momento de la fecundación y durante todo el proceso de desarrollo fetal, la madre no sólo por procesos infecciosos, mala alimentación, consumo de sustancias, alcohol, nicotina u otros, se verá afectada tanto ella como su hijo. No solo esto los afecta sino también las distintas situaciones de estrés vividas por esa mujer, las mismas pueden ser vinculares, violencia familiar, abandono, pérdida de su empleo, conflictividad laboral, embarazo no deseado, violación. Todas las sustancias adquiridas y las propias producidas por la madre llegan al feto a través de la placenta generando alteraciones en el neurodesarrollo y otros órganos blandos.
En la década del ‘80, el epidemiólogo inglés David Barker enunció su teoría de la “programación fetal”, que proponía que el ambiente que rodea al feto y al niño determina las patologías que tendrá en su vida. Ese ambiente, según Barker, está influenciado por la nutrición de la madre y la exposición del bebé a infecciones después del nacimiento. Esta hipótesis fue uno de los puntapiés que llevó a posteriores investigaciones y a la hoy difundida idea de que las enfermedades crónicas como cáncer, patología cardiovascular y diabetes no siempre se deben a un fallo en los genes ni a un estilo de vida poco saludable, sino que también incide la calidad del desarrollo en el útero y en la temprana infancia. Está demostrado que un bebé de bajo peso al nacer, cuyas causas fueron enumeradas en el primer párrafo tendrá posibilidad de tener disminución del número de nefronas, que es la unidad estructural del riñón, lo cual generará en la vida adulta predisposición a hipertensión arterial, obesidad, diabetes, deficiencia del sistema inmunológico. Así como altos niveles de estrés materno provocaran aumento de cortisol plasmático el cual generará cambios perjudiciales en el neurodesarrollo fetal. También se produce aumento de adrenalina la cual genera vasoconstricción y nacimiento prematuro.
En mayo de 2007, la revista científica Clinical Endocrinology publicó un estudio en el que sugiere que el estrés durante el embarazo puede afectar al bebé, tanto en su vida intrauterina como en su posterior desarrollo. Previamente, investigaciones en animales habían mostrado que niveles altos de estrés durante la gestación pueden afectar las funciones del cerebro y la conducta de los hijos.
Eduardo Halac, profesor adjunto de la Cátedra de Clínica Pediátrica, Neonatología y Adolescencia de la UNC, observó que estrés prolongado durante el embarazo incide en la reducción del tamaño del bebé al nacer y tiene un riesgo aumentado de aborto.
“En el lactante –agregó– puede haber alteraciones en la atención, irritabilidad y menor puntaje intelectual”. “Al crecer, pueden ser chicos con hiperactividad y con problemas emocionales y de conducta. En la adolescencia y adultez, pueden sufrir bulimia y anorexia, obesidad, consumo de alcohol y drogas, esquizofrenia y depresión severa”, obviamente esto ocurre si no se logran cambiar las variables socio ambientales o si el daño ocurrido en la vida intrauterina fue demasiado prolongado, generando prematurez, bajo peso al nacer, alteraciones neurológicas poco reparables.
Por su parte, María Elisa Arrebillaga, magíster en neuropsicología y presidenta de Fundación Apinep, manifestó que “el estrés de la madre gestante impactará en el desarrollo neurológico del bebé, haciéndolo vulnerable a incorporar estímulos del medio, con tendencia al predominio excitatorio”. Y agregó: “En consecuencia, los aprendizajes serán poco estables, con respuestas arbitrarias y con baja adaptación a la entrada simultánea de información”. Estás personas tendrán mala respuesta a situaciones de cambiante, mala respuesta ante conflicto. Ansiedad, angustia, trastornos de la concentración entre otros.
En muchos niños alérgicos, por ejemplo, se da una dificultad para decodificar sensaciones, sentimientos y malestar, llamada alexitimia. Estos chicos suelen tener asma grave y son reticentes al tratamiento. Los componentes afectivos de la alexitimia están marcados por la relación con la mamá en la primera infancia, incluso cuando el niño todavía no puede hablar y es ella quien se da cuenta (o no) de sus necesidades. Esto se debe a que la envoltura sensorial que hace la mamá regulariza las emociones del bebé y niño para el resto de la vida, según Boris Cyrulnik, neurólogo y psicoanalista francés. Se libera oxitocina en la piel que es la que establece los lazos afectivos entre la madre y el bebé y esto estimula endorfinas y dopaminas en el cerebro del niño y hace que crezca modulando sus emociones.
Cómo mejorar la calidad de vida
El estrés crónico no es bueno para nadie y cuando se trata de una mujer embarazada, ella y el entorno deben tratar de evitarlo o apaciguar todo lo que sea posible pues aquí se salvan dos vidas.
Debemos comprender que el cerebro tiene plasticidad, y todo puede mejorar pero para ello deben ocurrir cambios en el entorno.
En los casos de vínculos conflictivos cuando ello sea detectado desde el sistema de salud intervenir en el grupo familiar, conflicto laboral resolverlo lo antes posible desde las autoridades o la mamá debe tomar licencia hasta resolver la situación, teniendo en cuenta que desde el momento de la gestación hasta los cinco primeros años de vida son fundamentales en el neuro desarrollo y construcción de lazos afectivos que influyen en conducta, aprendizaje, atención y memoria entre otros.
Insistir en programas de tratamiento de uso problemático de sustancias, mucho más en mujeres en edad gestacional. Promover educación sexual y evitar llegar a embarazos adolescentes así como las enfermedades de transmisión sexual.
“Creo que los hombres y las mujeres son iguales. A pesar de que los padres creo que somos lo mismo. Estamos condicionados a pensar que somos diferentes. Dicho esto es cierto que la maternidad es una zona especialmente vulnerable. Es una herida abierta, la verdad. Una mujer está expuesta a ser convertida en un tipo diferente de persona por la experiencia de la maternidad.” Rachel Cusk
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Patricia
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