Ser digno de ser
- Patricia
- 19 may 2019
- 2 Min. de lectura
Todos nacemos en cualquier lugar, de cualquier color, de cualquier sexo,
desnudos y llorando.

Nacemos sin pedirlo, sin permiso, sin saber.
Nacemos bajo el mismo cielo, con nueve lunas, la misma luna. En cualquier
lugar del mismo planeta azul.
Nacemos inocentes, sin notar nada del otro, solo es otro.
Jugamos primero solos, luego de a poco, jugamos con otros pero sólo cuando
podemos, habitualmente después de los primeros años.
Y sin habernos dado cuenta somos parte de una tribu, con costumbres,
amores, odios y relaciones que forman parte de nuestras circunstancias.
Una cosa es que todos, blancos y negros, sepamos que los blancos no son
superiores a los negros, otra es que blancos y negros dejemos de sentir, en
cada caso, temor, vergüenza, desprecio, desear haber nacido otro.
Es obvio, pero igual quiero decirlo: saber, sentir y actuar es diferente y esa
diferencia en cada uno de nosotros y nosotras es lo que nos hace dignos de
ser humanos.
La diferencia de costumbres suele ser entendida como falta de educación,
medios y cultura y es lo que nos hace distintos no indignos de ser, de alcanzar
lugares de trabajo, vida digna para cada uno con las diferencias.
La pobreza no es una enfermedad y sin embargo es hereditaria. Entonces,
suponer que es el destino, la suerte o la voluntad de dios y no se hace nada
desde los estados para dar posibilidad para que todos los que quieran puedan
alcanzar otras metas, otros lugares.
Y no hace falta haber sido olvidados en la cima de una montaña o huir de las
tierras arrasadas por la guerra para morirse de hambre o de frío: ese fantasma
está por todos lados, en la calle, en el colegio, en el barrio, al lado de casa.
Es tiempo que comencemos a pensar cada uno desde su lugar que todos
merecen ser, tener, estar, porque todos nacimos en el mismo planeta azul, bajo
la misma luna, nadie debería ser marginado, aislado u olvidado.
Patricia!
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