“Personalidad” es la suma de la biología y el ambiente, la organización de emociones, cogniciones y conductas que determinan los patrones de comportamiento de una persona. En la formación de la personalidad intervienen tanto la base biológica (temperamento) como las influencias ambientales (carácter). Esta palabra, se utiliza desde la Edad Media para describir una serie de características que determinan las tendencias comportamentales de una persona.
Cuando hablamos de trastorno de la personalidad hacemos referencia a un patrón permanente e inflexible de experiencia interna y de comportamiento que se aparta acusadamente de las expectativas de la cultura del sujeto, tiene su inicio en la adolescencia o principio de la edad adulta, es estable a lo largo del tiempo y comporta malestar o perjuicios, lo hace impulsivo, o violento, genera malestar en otros o sufrimiento en sí mismo.
Si hablamos de temperamento hacemos referencia a la dimensión biológica e instintiva de la personalidad, que se manifiesta antes que el resto de factores.
Todo lo que nos ocurre en el trascurso de la vida desde la gestación y el ambiente interactúa con su base temperamental, dando lugar a los rasgos que la caracterizarán y la diferenciarán del resto.
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El temperamento está determinado por la herencia genética, que influye de forma muy notable en el funcionamiento de los sistemas nervioso y endócrino, es decir, en la influencia relativa de distintos neurotransmisores y hormonas.
Aspectos innatos, como el nivel de alerta cerebral, también son importantes para el desarrollo de la personalidad, todo aquello vivido in-útero.
El carácter es el componente aprendido de la personalidad. Aparece como consecuencia de las experiencias que vivimos, que influyen en nuestra forma de ser modulando las predisposiciones y tendencias biológicas, es decir, temperamentales y proviene de la interacción social.
Como se puede observar son múltiples factores que hacen que seamos quienes somos, y es muy delgada la línea de aquello que pretende ser lo normal.
Dentro de los dolientes por trastornos de ese delicado equilibrio, están los extravagantes, excéntricos, paranoicos, paranoides y ezquizotípicos, sufren sensación de que el mundo es un lugar peligroso, que los van a dañar, se aíslan, se encierran y pueden dañar por temor al otro.
Los dramáticos, imprevisibles, variables, histriónicos, narcisistas, antisociales y límites. Con inestabilidad emocional, violentos, corren muchas veces riesgos innecesarios, manipulan, dañan, con conciencia, sin poder manejar sus emociones, sin poder ver ni entender al otro. Los que sufren inhibición, ansiedad y miedo, duda, angustia, obsesivo-compulsivo, dependiente, y por evitación.
En todos y cada uno de ellos se han encontrado alteraciones neurobiológicas, diferentes, y obviamente de conducta. El tratamiento es terapia cognitiva conductual y excepcionalmente cuando los síntomas sean excesivos psicofarmacológica.
En este mundo donde nacemos en cualquier lugar, rodeados del más variado paisaje sociocultural, la comprensión del cuadro psicopatológico, la subjetividad de la persona, y el amor por ese otro, pero sobre todo el amor podrá ayudarlos.
Sin amor no habrá solución posible, en una sociedad cada vez más sufriente.
Pero yo también pude ser careta, de cerca, nadie es muy normal.
A veces, sigo en línea recta, mi vida, que no es ni buena ni mala
Les dejo estas canción que me encanta de Caetano Velozo | Vaca Profana
Besos
Patricia
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